• Barcelona presumirá este verano de una reunión única de auténticas obras de arte de la arquitectura naval que susurran grandes historias como las del centenario Moonbeam IV o el “presidencial” Manitou
  • Estas embarcaciones se podrán contemplar a modo de museo flotante desde diferentes puntos de la ciudad para deleite de barceloneses y turistas

Barcelona, 7 de julio 2015. Barcelona acogerá por octavo año consecutivo uno de los acontecimientos deportivos, culturales y sociales más destacados de los que disfruta la ciudad: la regata Puig Vela Clàssica Barcelona. Se trata de una de las pruebas clásicas más importantes del Mediterráneo, una fiesta que reunirá a la élite internacional de la vela clásica entre el 15 y el 18 de julio en el Real Club Náutico de Barcelona.

Del mismo modo que estas embarcaciones integran una extraordinaria belleza y un legado histórico difícil de cuantificar, un grupo selecto de ellas esconde importantes y fabulosas historias detrás que las hace diferentes, ya sea porque han participado en guerras o han pasado de unos armadores a otros, de los cuales muchos han sido personalidades ilustres (entre ellos presidentes y familias aristocráticas).

Muchos de estos veleros, que ahora admiramos en su esplendor, permanecieron abandonados en puertos, olvidados en ríos, hundidos en lagos o arrasados por huracanes, quedando prácticamente inservibles. Pero gracias al sueño de apasionados de la náutica, muchas de estas embarcaciones han podido “volver a la vida” y seguir compitiendo en las principales regatas nacionales e internacionales.

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Manitou, el velero presidencial de John F. Kennedy

En la VIII Puig Vela Clàssica Barcelona estarán presentes algunas de estas leyendas náuticas, como es el caso del Manitou, construido en 1937 y convertido por el Presidente de Estados Unidos John F. Kennedy en su barco presidencial. Kennedy lo dotó de un completo equipamiento de radio y comunicaciones para estar localizable cuando estuviera navegando fuera del Despacho Oval.

Pasó tanto tiempo en él que lo apodó la «Casa Blanca flotante”. John Kennedy lo utilizaba a menudo en Nueva Inglaterra, pero nunca compitió con él hasta que un día, durante el verano de 1962, retó a su amigo y renombrado regatista, Emil Mosbacher. Durante este divertido desafío, una patrulla de seguridad del Servicio Secreto lo persiguió y constató la gran velocidad que el velero consiguió alcanzar. Este hecho fue clave para que se convirtiera más tarde en el gran defensor de la Copa América.

El Moonbeam IV, un viaje de cuento para Rainiero de Mónaco y Grace Kelly

Por su parte, el Moonbeam IV, diseñado por el renombrado William Fife III, es uno de los pocos cutter áuricos clásicos que siguen navegando a día de hoy. Se empezó a construir en 1914, pero la Primera Guerra Mundial provocó que no fuese botado hasta 1929.

Fue en 1950 cuando el príncipe Rainiero de Mónaco compró el barco y lo llamó ‘Deo Juvante’, el lema de la familia Grimaldi, convirtiéndose durante una década en el velero familiar de la casa real monegasca. Durante ese periodo, el Moonbeam IV contó con el prestigio haber albergado la lujosa luna de miel de Rainiero de Mónaco y Grace Kelly en 1956.

Este velero está considerado uno de los barcos más bellos del mundo, no sólo por su exterior, sino también por sus lujosos detalles como el revestimiento de madera Palo Santo encerada, las mantas persas, las lámparas antiguas y las tapicerías de cuero, entre otros.

Todas estas piezas míticas tienen una característica en común: a pesar de su antigüedad, de las distintas manos por las que han pasado y de las múltiples reconstrucciones, en sus cubiertas aún se puede respirar el aroma de su espíritu original. Se trata de auténticas joyas de museo de la navegación dotadas de patrimonio y cultura náutica que siguen navegando y que raramente podremos ver en grandes ciudades como Barcelona.

Tanto la ciudad como los turistas tendrán el lujo de contemplar a modo de museo flotante cómo desfilan los barcos más legendarios de la historia a menos de una milla de la costa y desde diferentes emplazamientos, ya sea desde el Port Vell o el Port Olímpic, así como desde la misma playa de la Barceloneta.